27 de abril de 2009

Eternamente: Capitulo 1 - Cafetería Dulces

Después de la jornada, me encaminé a casa por el camino de siempre. Andaba ensimismada en lo largo que había sido el día. Había sido intenso, reuniones, cambios de última hora, un sinfín de problemas unos encaminados detrás de otros, parecía que no había fin que no iba a acabar el día. Parecía una novela escrita para mi, tropezón tras tropezón sin apenas levantar la cabeza del suelo, todo en contra de mí… pero acabó por fin, ya los problemas se quedaban en la oficina hasta el lunes siguiente. Por suerte para mí era viernes y lo único que me apetecía era llegar a casa y meterme en la bañera y no pensar en nada, algo habitual después de tanto ajetreo.
Ah - noté como me caía una gota en la nariz – no, ¡otra vez no! y no llevo el paraguas.
Que cabeza la mía, me había olvidado el paraguas en la oficina y estaba comenzando a llover, me tenía que dar prisa si no quería empaparme. Comencé a caminar más ligero porque volverme a la oficina no hubiera servido de nada, porque ya estaba cerrada. Giré en la esquina, y me di cuenta que debía de ser muy tarde porque la librería ya estaba cerrada y el café cercano ‘Dulces’ estaba abierto. Así que, porque no refugiarme allí, mientras mejoraba un poco la tarde.
Me encaminé a la mesa del fondo junto al gran ventanal. Por suerte para mí aún no estaba lleno el café. Me acomodé en aquel viejo sofá de cuero color rojo intenso, ya cuarteado por los años y el uso, pero tan cómodo como cuando los trajeron hace ya tantos años, me recordaba siempre mi madre. Las paredes llenas de fotos antiguas, la mayoría datadas sobre los años 1900-1930, llenas de recuerdos de aquellos años. Aún me sorprendía el buen estado de la cafetería después de casi un siglo de vida, apenas había cambiado, aún tenia ese encanto de antaño, había sufrido algunas reformas impuestas por los cambios de seguridad actuales. Todavía seguía siendo una cafetería familiar donde podías quedar con amigos a charlar, o simplemente ir a evadirte; y los dueños te hacían sentir tan bien, tenían un trato muy cortés y educado.

Se acercó una amable camarera y le pedí un té, me sentaría bien y me relajaría algo. Mientras esperaba mi té, miraba los cuadros, pero sobre todo me quedé observando uno en concreto, algo me llamo su atención. El marco era liso y brillante de un negro profundo, la fotografía en blanco y negro, mostraba a un muchacho sentado justo en el mismo sofá en el que me encontraba yo ahora, sus ojos eran profundos y transmitían paz ,- ¿quien sería aquel muchacho? – pensé. Podría encontrar información sobre él. Lo primero era averiguar de qué fecha era esa foto. Me disponía a levantarme para acercarme a ver la foto, cuando se acercó la camarera a traerme el pedido.
- Gracias. Disculpe, me podría decir, ¿de qué año es la foto de ese chico? - señalé en la dirección de la foto.
- Señorita esa foto no tiene fecha pero creo que el jefe si podrá indicarle una fecha aproximada, espere un momento que voy a preguntar.- La chica se volvió y se dirigió a la barra, donde habló con un hombre con un porte muy elegante.

Bueno igual no es mi día, y las cosas hoy no tienen porque salirme bien, si no podía averiguar quien era ese chico tampoco se iba a hundir el mundo. Podría seguir con mi vida.
- Señorita, - me habló con una voz muy dulce
- Sí – le respondí suavemente, dejando de mirar la foto.
- Me comenta el señor Cullen que esa foto posiblemente sea de 1918 - 1920, ya que en esa pared están colgadas las de esos años. – comentó.
- De nuevo gracias- respondí cortésmente.
- Si desea más información o la puedo ayudar en algo más no dude en llamarme.- Y en un abrir y cerrar de ojos estaba de nuevo en la barra.

Observé con más detenimiento la foto, mientras bebía el té. El chico llevaba un traje oscuro, con una camisa de un color muy claro, parecía tener muy buen porte. Tenía las facciones muy marcadas y le daban un aspecto muy varonil, aunque no parecía aparentar más de 25 años. Acabé el té y me dirigí hacia la barra a pagar la cuenta. Se acercó aquel hombre…el señor Cullen, alto, ojos verdes intensos brillantes, y una sonrisa encantadora. Le sonreí y le pedí la cuenta.
- Invita la casa – me dijo con un risita, encantadora.- A una clienta como usted hay que mimarla.
Mi cara se empezó a iluminar, note como se me iba poniendo las mejillas de un tono rojizo, y miré al suelo.
- Muchas gracias pero no había porque…- pero me interrumpió.
- Será un placer explicarle cualquier duda que tenga sobre las fotos que se encuentran en nuestro local. ¿quieres más información sobre alguna foto en concreto?
- Me encantaría, pero – mirando el reloj, se me había echo un poco tarde, y no llovia demasiado – en estos momentos tengo un poco de prisa. Sin duda algún otro día acogeré con mucho gusto su oferta.
- La estaré esperando. Buenas noches. – Su sonrisa me deslumbró.
- Buenas noches.

Salí precipitadamente del café, ya no llovía demasiado, pero el cielo se entornaba y a los lejos se oía tronar con ímpetu. El sol se había ocultado por completo y la luna parecía no querer salir aquella noche. Se encontraba oculta tras los nubarrones, comenzó a levantarse un aire bastante molesto, me apresuré para llegar a casa, y comenzó a llover intensamente así que me puse a correr, hasta que por fin divisé la verja de mi entrada, pintada de un azul intenso y saque del bolso las llaves, tan deprisa que cayeron al suelo, justo en un charco que se estaba formando. Las recogí y abrí la verja y entre hasta el porche, por fin abrí la puerta principal. Dejé las llaves en la mesa de la entrada, y colgué el bolso en el perchero. Me quité los zapatos y subí las escaleras deprisa, para entrar en mi cuarto.

Por fin en casa, ya no había prisas ni estrés, ya solo, por fin, llegaba mi momento de relajación. Entré en la habitación, solté los zapatos, en la esquina cerca de la ventana. Me dirigí al cuarto de baño, me acerqué a la bañera y abrí los grifos y la llene con agua calentita. Mientras se llenaba coloqué cerca el jabón aromático y las sales, saqué mi toalla preferida y la coloque en la percha más cercana. Toqué el agua y estaba lo suficientemente caliente como para no quemarme pero si para relajarme. Volví a la habitación para poner el CD especial para estas ocasiones, encendí el reproductor y lo puse en un volumen no muy alto pero que me enterase desde el cuarto de baño.

Me quité la falda, la camisa, las medias y la ropa interior. Metí todas las prendas en el bombo de la ropa para lavar. Eso me recordó que al día siguiente tenía que poner una colada. Eché las sales y el jabón y me introduje en la bañera. Sin pensar en nada estaba solo escuchando la música. Me relajé por completo, no sé cuanto tiempo estuve allí, pero fue demasiado. Salí de la bañera y me arropé con la toalla, que aún olía a jazmín, me encanta ese olor y tenía bolsitas con ese olor en casi todos los cajones y estantes. Fui de nuevo a mi cuarto y abrí el cajón de la cómoda, escogí aquel conjunto gris, que me había comprado hace meses pero que aún no había estrenado, y porque no ponérmelo aquella noche. Abrí el cajón siguiente y escogí mi camisón preferido, negro a media pierna con una abertura en un lateral, muy ligero y fresco, para los noches de verano.

Baje al salón, lo primero era mirar si había recibido alguna llamada, pero el teléfono no registraba ninguna llamada interesante, solo registraba una llamada de casa de mis padres. Descolgué y los llamé. Mi padre fue el que contesto, y me explicó que me había llamado para comunicarme que el sábado por la noche nos habían invitado a una cena en casa de unos conocidos. Acepté la invitación con pocas ganas, pero era una buena situación para reencontrarme con los hijos de los Gadner, a los que llevaba muchos años sin saber de ellos, puesto que los padres se mudaron de ciudad por motivos de trabajo. Por lo visto según me contó mi padre acababan de volver y pues que mejor ocasión para reunirse con todos los conocidos que ésta, organizando una pequeña reunión. Colgué y me dirigí al despacho, encendí el ordenador y me dispuse a revisar algunos correos del trabajo que tenía pendientes de contestar, pero se fue la luz. Pensé que serían los plomos pero fui a mirar y no, me asomé a la ventana y me fijé que toda la calle estaba a oscuras, la luna iluminaba un poco la calle cuando pasaba algún nubarrón y la dejaba al descubierto. Se veía resplandeciente como si esa noche quisiera ser más luminosa que el propio sol.

Fui a la cocina encendí las velas y me senté allí pensando que larga se haría la tarde noche si no volvía la luz. Y entonces recordé aquella foto, que parecía que me tenía hipnotizada en el café, quien seria aquel joven tan apuesto , que habrá sido de su vida…y porque el señor Cullen me invitó, sólo por hacer una pregunta sobre una fecha de una foto. Que extraño había sido aquello, pero para mí su oferta era muy interesante, me encantaba conocer las historias de la gente y más si eran de otra época. Volvió la luz, apagué las velas y las guardé; y me hice algo de cenar con las sobras de comida de otros días, un poco de ensalada y un poco de carne asada.

Estaba cansada y no paraba de darle vueltas a la cabeza pensando en todo lo me había pasado en el día, así que me fui a la cama. Destapé la cama y me acurruqué entre las sabanas y en poco tiempo estaba en un profundo sueño fruto de aquel agotador día.

Presentacion

Hola me llamo Vanesa, y comienzo este blog para dejar plasmados mis pequeñas historias, novelas, relatos o como lo querais nombrar.
Y para inaugurar el blog os dejo el primer capitulo de una pequeña novela, que he escrito en los ultimos meses.